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La dama de hierro



Situémonos en el siglo XIX , periodo de grandes y profundas agitaciones sociales. Como en toda revolución, estas marcarían una ruptura, dando origen a la génesis de una transformación emergente, mismo efecto en el que las artes y la Arquitectura también tendrían su propio destino.


El 14 de Febrero de 1887, “Le Temps”, principal diario de la época, publica un manifiesto remitido a un grupo de artistas convulsos, los cuales rechazaban rotundamente el proyecto que representaría a su amada ciudad en la próxima “Exposición Universal” de 1889 , esta, pertenecía a una serie de ferias mundiales en las cuales se buscaba dar difusión al esplendor del progreso industrial. Pero para los adeptos de esta celosa y severa comunidad artística, la obra les causaría tremendo horror, a tal grado que la catalogarían como un símbolo de indignación y deshonra al buen gusto parisino, mismo hecho que para Gustave Eiffel , quien diseñaría este proyecto, le representó innumerables críticas no solo de artistas, sino también de Ingenieros y Matemáticos quienes aseguraban no pasaría de los 200 m de altura sin antes desplomarse.



Finalmente, y llegado el tan anhelado año de 1889 para Eiffel, alcanzando una altura de 300 m fue inaugurada esta osada pieza industrial que sin duda alguna representaría a una majestuosa obra perteneciente a la corriente Ferro-Vítrea del Modernismo. Sin embargo, el gremio no estaría aún convencido y no sería sino con el paso del tiempo, que esta hostigada pero impresionante estructura se convertiría en un “gusto de culto”, convirtiéndola en el Hito urbano más famoso de París y de mayor referencia arquitectónica y cultural.



Aquí el manifiesto reprobatorio a la Torre Eiffel en su traducción al castellano:


“Le Temps, 14 de Febrero de 1887.


Escritores, escultores, pintores y amantes apasionados de la belleza hasta hoy intacta en París, venimos a protestar con todas nuestras fuerzas y con toda nuestra indignación en nombre del gusto francés despreciado y en el nombre del arte y la Historia francesa amenazados, en contra de la erección en pleno corazón de nuestra Capital de la inútil y monstruosa torre Eiffel .


¿ Hasta cuando la ciudad de París se asociará a las barrocas y mercantiles imaginaciones de un constructor de máquinas para deshonrarse y afearse inseparablemente? , pues la torre Eiffel , que ni siquiera la comercial Americana querría , eso no lo dudeís, la deshonra de París. Todos lo sienten, todos lo dicen y todos lo lamentan profundamente, y no somos más que un débil eco de la opinión universal, tan legítimamente alarmada.”



La carta jamás alcanzaría su acometido de interponerse entre el “Buen gusto Parisino” y la emergente Corriente Industrial. Dado que fue uno de los mayores avances para la construcción y manipulación de materiales, esta corriente marcaría un destino alentador al desarrollo de las nuevas ciudades, tocando inclusive los susceptibles nichos del Arte y la Escultura.


Hoy en día, La Torre Eiffel sorprendería a sus oponentes al mantenerse aún intacta desde su erección, proporcionando identidad y prestigio a esta su capital parisina y que desafiando todo pronóstico, terminaría en la memoria colectiva con gracia y afecto, siendo testigo de los aciertos y desaciertos de su acelerado y contemporáneo contexto urbano, pero siempre permaneciendo como la eterna “La dame de fer”.




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